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Te haré soñar, un relato de Yolanda López Aguinaga

Hace muchísimo tiempo, cuando aún no habíais nacido, renacuajos, la navidad era diferente. A cada niño nos regalaban una bola para ponerla en el árbol, el único que había, en el centro de la plaza del pueblo. Vaya mierda, ¿no? ¡Qué va! ¡Al contrario! ¡Eran bolas mágicas! La bola concedía un deseo a todos los niños con el corazón puro. El día de navidad, íbamos al centro de la plaza con nuestras bolas en la mano. Entonces había que cerrar los ojos y desear con todas tus fuerzas que el deseo se hiciera realidad. Todo era tan sencillo (o tan complicado) como tener el corazón puro.

Bolas de árbol de NavidadLas bolas despedían calor dentro de nuestras manos. Había que sujetarlas fuerte para que no salieran volando antes de tiempo. Con los ojos cerrados deseábamos con fuerza aquello que queríamos, hasta que las bolas quemaban y seguir reteniéndolas era difícil. Entonces abríamos los ojos y las bolas salían despedidas volando hacia su sitio en el árbol. Las veíamos flotar por encima de nuestras cabezas, lanzando destellos de mil colores, y cuando se posaban sobre las ramas y quedaban allí prendidas, relucientes como bombillas, sabíamos que en casa encontraríamos aquello que habíamos pedido. Casi todos los niños éramos puros de corazón. Sigue leyendo «Te haré soñar, un relato de Yolanda López Aguinaga»

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Nuestros socios recomiendan

Ho-Ho-Ho… ¡Feliz Navidad!

Vamos, que nos vamos, ya recogiendo y haciendo maletas. Algunos tenemos navidades kilométricas por delante y nos ponemos en camino, ¡pero no dejando esto desangelado, sin ni unas recomendaciones de cosas para leer, ver o escuchar en Navidad! Nuestros socios y socias os recomiendan:

el día de la bestia fotograma
Yolanda Fernández: «El día de la Bestia» de Álex de la Iglesia. Una particular reinterpretación de los tres Reyes Magos buscando el nacimiento. Un sacerdote renegado, un heavy satánico y de Carabanchel y un timador ocultista vagando por el Madrid más lumpen de los 90 intentando salvar al mundo.

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La esperanza de una raza, un relato de Rafael Heka

reyes magos—¿Estás seguro de que eso es exactamente lo que nos pidieron que hiciéramos? —exclamó el calvo y cabezón ser antropomorfo de gigantescos ojos almendrados y negros.

—Sí, eso pone en la pantalla —contestó un segundo, exactamente igual de desnudo y gris, mientras leía—: «Acercarse al planeta medio 237, colocarse en el cuadrante Beta y orbitar alrededor de él durante x2e unidades Jovianas».

—Pues sinceramente, no lo entiendo. Me parece una completa estupidez y una pérdida de tiempo —apostilló el primero. Sigue leyendo «La esperanza de una raza, un relato de Rafael Heka»

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El sorteo, un relato de Manuel J. Linares

Mario Portela entró en estado de shock ante la notificación de máxima prioridad que bloqueaba su interfaz visual. Máxima confidencialidad. Solo para sus ojos. Ni siquiera sabía que existían aquel tipo de mensajes. Con una mezcla de curiosidad y temor procedió a activar la notificación en sus lentillas.

Perplejo e incrédulo necesitó visionarlo varias veces para comprender plenamente lo que aquello significaba. Para cuando finalmente se desconectó, sus manos temblaban incontroladas mientras asimilaba la noticia.

De camino a casa estuvo meditando cómo decírselo a su familia. Quizás lo mejor sería soltarlo tal cual. Había sido el ganador del sorteo. El único ganador. Todo el mundo sabía que el sorteo se había producido aquel día, hacía unas horas, pero enfrascado en sus asuntos y con otras preocupaciones en la cabeza, se le había olvidado por completo. Sigue leyendo «El sorteo, un relato de Manuel J. Linares»

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Adornos de Navidad, un relato de Marco Granado

Remedios pasó en un momento de la absoluta concentración en extraer oxígeno del escaso aire que le entraba en los pulmones a percibir a la familia en torno suyo. Faltaba su hermano Alberto, cómo no, el ojo del amo engorda al ganado, aunque el ganado sean dos encargadas y tres dependientes para una tienda de ropa de hombre en plena temporada navideña. Manuel, su nieto, miraba el reloj con disimulo, escondido tras su tía Marina. Había quedado con el Moje, su camello habitual, iba a pillar unas pirulas para Nochevieja y se le hacía tarde, hay que joderse con la vieja, no le podía haber dado el ictus en primavera, o el día antes del examen de Estadística. Felipe lloraba, se acordaba de cuando, de niños, fueron a pescar cangrejos y a Remedios un bicho le agarró con la pinza el dedo y la dejó paralizada, gritando y saltándosele las lágrimas. Remedios lo veía todo, escuchaba sus pensamientos y percibía sus emociones. Flotó por encima del cuerpo que empezaba a enfriarse. Sigue leyendo «Adornos de Navidad, un relato de Marco Granado»