#altercerdiaCYLCON
¿Un libro de zombis sin (apenas, solo una poca) casquería? ¿Pero esto qué es? ¿Qué va a ser lo siguiente, un libro de zombis sin zombis? ¡Innovar en el género tiene sus límites, señoras y señores!
Pero Lindqvist no los conoce. Será que no tiene cuenta en Facebook o que no pierde el tiempo en debates chorras, y prefiere limitarse a escribir, a hacer propuestas arriesgadas donde parece que ya estaba todo dicho y contado. No es la primera vez que lo hace, su niña-vampiro de Déjame entrar dejó por comparación a los vampiros brilli-brilli de Meyers en su sitio: el fango.
Así llegamos a Descanse en paz (Espasa, 2010) una novela en la que los muertos regresan a la vida no para matar ni exterminar a la humanidad, sino para volver a sus casas desde el desconcierto que comparten con los vivos en un contexto inédito para ambos. Pasan muchas páginas (tal vez demasiadas) antes de que tengamos ni la más remota idea de qué pretenden los redivivos, ya que la trama se centra en cómo viven tres personajes la resurrección de sus seres queridos. Así, los zombis son una excusa para hablar de esas cosas que me gustan a mí tanto, es decir, de personas corrientes (o no tanto, minipunto para la abuela y la nieta que comparten percepción extrasensorial) expuestos a situaciones hipotéticas que por absurdas que parezcan, de pronto, se materializan. Como la vida misma: sin anestesia, sin explicación; y sobre todo, sin manual de instrucciones.
Esta novela, por lo tanto, no habla de supervivencia, de una sociedad derrumbándose, del fin de la civilización conocida… y de ninguno de lo tópicos al uso de la literatura Z. Habla de dolor y de amor, de relaciones afectivas complicadas, de cuestionarse todo lo que damos por sentado sobre la muerte y sus consecuencias directas en nuestras vidas. Habla de sentimientos de duelo y de pérdida, de conflictos morales. Habla de contarle cuentos a la hora de ir a dormir a un niño muerto, de seguir amando a tu mujer podrida. Podría decirse que el tono de la narración es intimista, prima la emotividad y la exploración de los sentimientos encontrados de los personajes sobre la acción. Esto, junto con lo limitado con cuentagotas de los golpes de efecto que tanto suelen gustar en el género, puede hacer que la novela parezca lenta. Posiblemente lo sea, aunque a mí no me ha molestado ese ritmo. No encuentro que perjudique a la historia; al contrario, la enriquece en matices y detalles. No se puede apreciar un paisaje en condiciones conduciendo a ciento cincuenta kilómetros por hora.
No faltan momentos de impacto donde el horror sale de las páginas, aunque tal vez algo tardíos. Tampoco son tan abundantes como posiblemente espera un fan de las vísceras y las criaturas supurantes, pero tal vez por eso cumplen mejor su misión de impresionar en su viveza. Esto es algo que Lindqvist también maneja muy bien en Déjame entrar, el momento preciso para dar la patada en la boca en medio de un ritmo de narración pausado. Por último, el elemento sobrenatural de la PES (percepción extrasensorial, para no iniciados) de los personajes cuando se encuentran cerca de los redivivos aporta un extra para acceder a la naturaleza de las criaturas que aun capaces de atrocidades, me acabaron inspirando ternura. Creo que muy pocas veces los Z reciben un tratamiento tan cercano teniendo en cuenta que no son los protagonistas del relato más que de forma indirecta. Linqvist consigue que sean algo más que decorado, cosas a las que pegarles machetazos y balazos entre susto y susto (de aquellos que según el chiste habría sido mejor haber elegido muerte) y carreras locas.
Parece raro decirlo, pero los Z tienen su personalidad. Y tal vez, y digo solo tal vez porque el momento en que esta novela me ha caído en las manos ha sido particularmente adecuado para plantearme estas cosas en paralelo a la lectura, en ella he visto (o he querido ver) como tema de fondo que te jodan el momento menos traumático del proceso de duelo, el principio del fin que supone la aceptación, el dejar marchar a alguien a quien a amas. Lindqvist te quita eso, nos obliga a los vivos a seguir atados a sus despojos. Imposibilita el paso de página y eso, jodido Lindqvist, es muy retorcido y cruel, que lo sepas. Pero por eso su terror me gusta tanto.
Por todo ello, si algo le puedo echar en cara a Descanse en paz es terminar demasiado pronto, dejando así algún que otro cabo suelto que me hubiera gustado que quedara mejor atado. Digo atado y no explicado, porque a mí el exceso de explicaciones me sobra, y tiendo a considerar farragosos y prescindibles los porqués cuando me cautiva el qué y el cómo. Al terminar la novela tengo la sensación de que quedan cosas por contar y me quedo con ganas de haber contemplado una última escena que se deja entrever pero no se llega a relatar. No es ningún delito no ser explícito en el desenlace, pero en este caso me hubiera gustado que lo fuera para seguir disfrutando unas paginitas más de esta novela y sus personajes, que se me ha acabado haciendo corta.
¿Se puede salir airoso de un género tan a menudo criticado por su falta de originalidad, por estar trillado y si se me permite el chiste estúpido, «muerto»? Pues sí. ¿Quién dijo que no? Seguramente, alguien incapaz de hacerlo.
Y antes de cerrar esta reseña debo expresar y expreso mi absoluta indignación contra la industria editorial española, porque que desde Människohamn (Puerto humano, Espasa, 2012) uno de los autores contemporáneos de un terror de mayor calidad, originalidad y éxito internacional haya escrito diez jodidas novelas que nadie se ha dignado a traducir y editar en castellano tiene un nombre; pero es feo, lleva tacos y yo soy una señora. Al menos a ratos, aunque cuesta mantener un poco la compostura cuando una ve que según la página de autor de Planeta de Libros John Ajvide Lindqvist es paisanico nuestro (Valladolid 1817. De la Rondilla, seguro;) y que se conserva estupendamente considerando que lleva muerto desde el 1893. Ese es el nivel y aquí lo dejamos antes de escribir alguna ordinariez poco afortunada. Para una señora. Como yo.
Comparto contigo, Yolanda, la fascinación por Lindqvist. Leí «Descansa en paz» hace unos años, bajo el impacto de la maravilla que es «Déjame entrar». Y había perdido la pista a «Puerto humano», aunque las referencias que he leído de esta última invitan a pensar en una mala traducción… Pero «Descansa en paz» me encantó. Literatura de terror diferente, de calidad..
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100% de acuerdo con tu reseña. Compré el libro después de ver la adaptación sueca al cine de «Déjame entrar». Quedé tan fascinada por la película que no pude resistir comprarme su segundo libro aunque no hubiera leído el primero. Lo que más recuerdo son esos muertos volviendo a casa, cada uno en un estado de descomposición diferente dependiendo del tiempo que llevara muerto, la relación entre esa abuela y esa nieta y que el final me dejó insatisfecha, con la sensación de que le faltaba algo. Quizá sea lo que tú dices, atarlo un poco más, o, simplemente, que no quería que se acabase. 😉
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«Simplemente, no quería que se acabase». Ahí está el quid y de esto creo que va realmente la novela. ¿Quién no ha querido eso al perder a alguien que amas, «no quería que acabase»? Gracias por dejar vuestros comentarios. A ver si dando la tabarra conseguimos que alguien nos eche Lindqvist de comer algún año de estos. 🙂
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