Hacía tiempo que no llegaba tan cansada. Aunque le pesaba la edad, sin ella la economía de la comarca se acabaría hundiendo. No quería, ni podía defraudarles. Necesitaban que viniesen aquellos visitantes con sus carteras llenas de billetes, que llenasen las pensiones y los bares de la zona. No eran los turistas más selectos, pero la curiosidad y el morbo dejaban dinero. Gracias a la colaboración de la gente del pueblo con el atrezo, ella solo tenía que darse de vez en cuando un par de pasaditas con su escoba y destripar a los incautos de turno que se atreviesen a acampar en sus dominios. Mientras se quitaba la ropa llena de sangre y comprobaba el contenido de la bolsa llena de las vísceras, sonreía pensando en cómo el sacrificio de un par de jóvenes podía hacer tanto bien a sus vecinos. Doscientos años llevaba en el oficio y todavía no era capaz de entender la estupidez humana.
¡Muy bueno!
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Me ha encantado 😊
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Yolanda, me ha encantado la manera en la que imaginas y describes una modalidad de turismo “diferente”. Yo de momento, prefiero leerlo que vivirlo.
Yo también participo en el concurso de Zenda, pero con un estilo un tanto distinto. Suerte.
https://elpedrete2.blogspot.com/2020/07/zenda-carretera-y-manta.html
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