Estoy deseando contárselo a los colegas. Una tía buena me ha comido la cara. ¡Qué juguetonas! Ella y sus amiguitas me dijeron que si era su «castillito de arena» no me iba a arrepentir. No podía decepcionarlas, hasta yo mismo ayudé a cavar el hoyo.
¿De qué se ríen esos dos gilipollas? Nunca ha visto un tío enterrado en la arena. Me están dando unas ganas de patearles el culo… y de darles un buen mordisco en sus sonrientes caras y comerme sus entrañas. Ya ajustaremos cuentas cuando me saquen de aquí. ¡Ayuda! ¿Por qué me señalan con ese bate de béisbol?
Un momento, ¿dónde está todo el mundo? Ya lo recuerdo. Las chicas habían terminado de enterrarme cuando aquel loco se lió a mordiscos con mi chica. Todos corrieron despavoridos, todos menos yo. Entonces ella me dio un beso de muerte…
¿Qué vais a hacer con ese bate, cabrones? ¡Socorro!
Y así se inventó el golf playero.
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