—Vamos date prisa, que no creo que tarden mucho en volver —animó Ana a su hermano.
—No sé por qué le haces tanto caso a Laura. Es nuestra amiga, pero a veces dice cosas que no me gustan —rezongó Carlos mientras subía las escaleras.
—No digas eso, es la única que juega con nosotros y nos defiende de los demás. No es justo que nos traten así porque seamos los nuevos —reivindicó la niña con rabia.
—Ya, pero aun así no hay que creer todo lo que dice. Si nos pillan nos castigarán y no nos llevarán al zoo este domingo.
—¡Qué cagueta eres! Es el único sitio en el que no hemos buscado y así salimos de dudas. Dice Laura, que todos los niños rebuscan entre las cosas de sus padres, que es normal, dice que su madre lo llama «curiosidad infantil» —exclamó Ana excitada mientras abría la puerta prohibida que llevaba al cuarto de sus padres.
—Vale, tú ganas. Démonos prisa, yo miro en el armario y tú debajo de la cama. Aunque aún no sé qué estamos buscamos —dijo Carlos desde dentro del armario.
—Aquí debajo solo hay polvo. Solo queda mirar en la mesilla —se encaminó hacia el pequeño mueble mientras cogía de la mano a su mellizo y utilizaba la otra para abrir el cajón—. Ahí está. Mira que caja más chula. ¡Ábrela!
—Ana, te das cuenta que Laura tenía razón. Somos adoptados —susurro un decaído Carlos mientras sus rostros en la pantalla de la tablet que acababan de encender les devolvían la mirada y una voz metálica decía «Bienvenido al manual de uso del Proyecto Géminis. Gracias por confiar en nuestros productos».
CYLCON 