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Literatura de barrio, un relato de Santiago Eximeno

—Estoy pensando en autoeditarme —dije.

—¿Autoeditarte? —dijo Eva—. No me jodas. ¿Sabes lo que estás diciendo?

Oh, sí, claro que lo sé, pensé, pero mantuve la boca cerrada. Eva era mi agente, sabía que mi carrera de escritor, si existía, estaba en sus manos.

—Creo que sí —respondí—. Lo he meditado bastante y creo que una pequeña autoedición de, digamos, un centenar de ejemplares, puede abrir…

—¿Cien ejemplares? Tú has perdido la cabeza —dijo Eva—. ¿Sabes cuántos ancianos emplea una editorial para una edición de cien ejemplares?

—Oh, bueno, no, no lo sé, no. Pero yo no soy un anciano, ¿verdad?

Eva sonrió, con esa sonrisa de lobo que imponía respeto. Estábamos en un bar de barrio, en Usera, frente a la biblioteca José Hierro. A Eva le gustaba recordarme que los escritores de verdad, los que merecían la pena, estaban en las bibliotecas. De hecho muchos de ellos literalmente vivían en ellas, en pequeños espacios acondicionados por amables bibliotecarios. El bar estaba tranquilo a esas horas de la noche, y éramos los únicos que estábamos cenando. Una ración de oreja y unas cervezas, como nos había recomendado el dueño, campechano y atento. Eva consultó su reloj de pulsera. Ese objeto en su muñeca era una frivolidad, un capricho que demostraba que su trabajo con otros autores sí le proporcionaba dinero. A ella y a ellos, era de suponer. Sigue leyendo «Literatura de barrio, un relato de Santiago Eximeno»